EE.UU. admite que no hay protección posible contra los asteroides
No hay forma de protegernos. El informe definitivo del comité oficial creado en Estados Unidos para determinar el alcance real del posible impacto de un asteroide contra la Tierra reconoce que, si bien existen diversas fórmulas para hacer frente a un fenómeno de este tipo, ninguno sería puesto en práctica con la rapidez suficiente en el caso de impacto inmediato.
El National Research Council (NRC) recibió en 2008 el encargo del Congreso de Estados Unidos de elevarle recomendaciones para cumplir el mandato recibido en 2005 por la NASA de identificar todo objeto próximo a la Tierra de al menos 140 metros de diámetro antes de 2020. Se trata de los denominados NEOS (por las siglas en inglés de near-Earth objects); cometas o meteoros que pueden resultar peligrosos por acercarse o cruzar la órbita de nuestro planeta.
El año pasado, un primer borrador del informe ya advertía de que los 4 millones de dólares presupuestados para este fin son claramente insuficientes. En su informe final, conocido este viernes, el comité propone utilizar un sistema de vigilancia que combine telescopios espaciales y terrestres. De forma, pide asegurar el mantenimiento de operaciones del radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico, y . recomienda monitorizar objetos espaciales más pequeños, a partir de 30 metros de diámetro, que pueden ser altamente destructivos, según se ha revelado recientemente. También se insta al seguimiento continuo del cielo y se recomienda que Estados Unidos lidere una entidad internacional que desarrolle un plan detallado para el crear respuestas a los peligros que representan estos objetos.
«Nuevos e inmaduros»
El informe también examina los diferentes métodos de defensa contra los asteroides y objetos similares, y se reconoce que todos ellos son «nuevos e inmaduros», y que no existe una aproximación sencilla para dar respuesta a todo el rango de amenazas de los objetos cercanos a la Tierra. «Con suficiente margen de tiempo, hasta cuatro tipos de respuesta pueden resultar adecuadas para hacer frente a la amenaza de estos objetos, excepto de los más grandes», afirma.
Asi, refiere acciones de defensa civil (evacuación, refugio, infraestructura de emergencia) que pueden minimizar el número de víctimas en eventos de objetos de pequeño tamaño. También cita la posibilidad de enviar una nave que ejerza una fuerza que logre cambiar lentamente la órbita de colisión, que sólo sería eficaz con objetos de hasta 100 metros de diámetro, o incluso algunos cientos de metros, si bien esto sólo sería posible si la amenaza se detecta con décadas de anticipación. En tercer lugar, se refiere a los métodos kinéticos, de desviación de órbita mediante una nave que se pose en el objeto, alternativa que también requiere años de adelanto pero que valdría para objetos de incluso un kilómetro de diámetro. Como última posibilidad, se apunta a explosiones nucleares como única respuesta posible a objetos de más de un kilómetro o para los más pequeños si el resto de respuestas falla.
Las lunas heladas de Júpiter y Saturno reúnen condiciones para la vida
Los científicos han creído tradicionalmente que la vida sólo puede originarse dentro de la denominada «zona habitable» de un sistema, en el que un planeta podría ser ni demasiado caliente ni frío por la distancia de su estrella para que el agua en estado líquido pueda mantenerse sobre su superficie.
Pero de acuerdo con el científico planetario Francis Nimmo, evidencias de las recientes misiones de la NASA sugieren que las condiciones necesarias para la vida pueden existir igualmente en los satélites helados de Saturno y Júpiter.
«Si esas lunas son habitables, cambia todo el concepto de la zona habitable», declaró Nimmo, un profesor de la Universidad de California en Santa Cruz. «Cambia nuestro pensamiento sobre cómo y dónde podemos encontrar vida fuera del Sistema Solar», opina.
Nimmo ha expuesto sus planteamientos sobre el impacto de la dinámica del hielo en la habitabilidad de las lunas de Júpiter y Saturno este martes en la reunión anual de la American Geophyisical Union en San Francisco, informa Science Daily.
La luna de Júpiter Europa y la de Saturno Encelado, en particular, han llamado la atención por las evidencias sobre la existencia de océanos de agua líquida que puede haber bajo sus superficies heladas. Esta evidencia, junto a descubrimientos de vida microbiana en respiradores hidrotermales en las profundidades marinas de la Tierra, sugiere que algunas de esas lunas heladas puedan albergar vida.
«El agua líquida es un requisito para la vida con el que cualquiera puede estar de acuerdo», afirma Nimmo. Las superficies heladas pueden aislar océanos profundos, cambian y se fracturan como placas tectónicas, y median el flujo de material y energía entre las lunas y el espacio.
Varias líneas de evidencia muestran la presencia de océanos subterráneos en Europa y Encelado, declara Nimmo. En 2000, por ejemplo, la sonda Galileo de la NASA midió un campo magnético anómalo en torno a Europa que fue atribuido a la presencia de un océano bajo la superficie. En Encelado, Cassini descubrió geiseres que emanaban cristales de hielo a miles de kilómetros de altura, lo que sugiere que la existencia de, al menos, depósitos de agua en el subsuelo.
El agua líquida no es fácil de encontrar en las vastas extensiones más allá de la órbita terrestre, Pero de acuerdo con Nimmo, las mareas podrían preservar de la congelación océanos bajo la superficie de lunas como Encelado y Europa. Ambas cuentan con órbitas que se alejan o acercan a sus planetas, creando fuerzas gravitacionales que pueden actuar de esa forma sobre las concentraciones de agua bajo la superficie.
Si hay que elegir un candidato para albergar vida, este experto señala que Encelado es tan pequeña y su capa de hielo tan fina que sus posibles océanos de subsuelo pueden helarse periódicamente, haciéndolos inhabitables. Sin embargo, Europa tiene el tamaño perfecto para calentar sus océanos de forma eficiente.
El núcleo y la superficie de estas lunas alberga fuentes potenciales de elementos químicos esenciales para la vida. La radiación solar y los impactos de cometa dejaron un rastro químico en la superficie.
Para sostener organismos vivos, esos elementos químicos deberían llegar al subsuelo de agua líquida y esto puede ocurrir periódicamente a través de fisuras de hielo. Las moléculas orgánicas también pueden provenir de los núcleos de estas lunas, según Nimmo.
Esos nutrientes podrían alimentar comunidades parecidas a las que se desarrollan en las fumarolas termales submarinas en la Tierra.
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